
Romance (12)
En la penumbra de la habitación, una luz tenue se filtraba entre las cortinas, creando un escenario íntimo para el juego que estaba a punto de comenzar. En la mesa, una partida de poker esperaba pacientemente a ser repartido, cada carta un misterio que revelaría los secretos más profundos de aquellos corazones entrelazados.
El murmullo de risas nerviosas y susurros cómplices llenaba el aire, mientras los participantes se acomodaban alrededor de la mesa. Entre copas de cristal tintineantes y botellas de alcohol sugerente, la apuesta estaba lista para desencadenar pasiones ocultas y deseos reprimidos.
Las preguntas resonaban en el ambiente, lanzadas al azar como dados en un juego de fortuna. Cada respuesta, un destello de verdad revelada, un paso más cerca del éxtasis compartido.
Entre risas y miradas juguetonas, las almas desnudaban sus secretos más oscuros, mientras el juego aumentaba su valor con cada confesión.
El alcohol fluía como un elixir mágico, desinhibiendo inhibiciones y avivando la llama de la seducción.
Los cuerpos, ahora más cercanos, se movían al ritmo de una danza clandestina, donde las caricias eran el lenguaje que solo ellos entendían. Entre copas vacías y miradas cargadas de deseo, el juego de seducción se convertía en un arte, donde cada gesto era una pincelada de pasión.
La coquetería, como un perfume embriagador, impregnaba el aire. Miradas furtivas y sonrisas traviesas eran intercambiadas en medio del juego, creando una conexión silenciosa que solo ellos comprendían. Cada prenda perdida era un paso más hacia la entrega total, un desafío que elevaba la temperatura de la habitación.
En el apogeo del juego, el reto se convertía en un fuego ardiente, una llamada a explorar los límites de la lujuria y la rendición. Entre suspiros entrecortados y gemidos ahogados, el poker se convertía en la obra maestra de la noche, donde los cuerpos entrelazados narraban una historia de pasión prohibida.
Y así, en la penumbra de la habitación, el juego llegaba a su clímax, dejando tras de sí un rastro de susurros apasionados y cuerpos saciados. El poker, la apuesta, las preguntas, el alcohol, el juego de seducción, la coquetería y el reto, todos convergían en un poema erótico que solo aquellos valientes jugadores podían entender.
Helena regresando su casa, siendo recibida por su hermana menor: ¿Cómo te fue con las chicas?
Helena: Bien, Michel sorprendida ya sabes, quiere saber absolutamente todo, tu ¿Cómo vas?
En tanto Juan abría el sobre que le habían dejado horas atrás. Pensaba para sí: -Es increíble, he seguido con mi vida, he hecho todo lo que es posible, es normal que la extrañe de vez en cuando, pero, pensar así en ella, no es bueno ¿Qué será de Helena?
En los recuerdos de Juan, avivaba uno muy particular – Helena: ¿Cenaremos juntos esta noche?
Helena suspirando: Bueno…
Ana y Michel: Si no ves necesario, no hables de ello.
Helena: Creo que ya puedo hacerlo.
En tanto Juan, llegando a su apartamento, sentía como su estómago se inflamaba, su cabeza le empezaba a doler desmesuradamente, subía por el elevador, su corazón se aceleraba: ¡Carajo! Pero ¿Qué me sucede?
Andrea: Vale, estamos en contacto ¿Verdad?
Juan: Si, si, recupérate.
Bajándose Andrea del vehículo de Juan, le causó gran intriga los comentarios de él, ella, sentía cierta fascinación a hombres con un alto nivel de misterio en su vida, Juan, no hablaba mucho de la suya, solo dejaba abiertas todas las preguntas,
Andrea llevando su mano derecha a su frente: Si, claro, fue un honor no haber pasado la noche contigo.
“Saliendo de la ducha David y Andrea, besándose, Andrea tumbándolo a la cama: -¿Te he dicho que te amo y me encantas?
“Helena sonriendo, mojándose los labios: -Eres tú el hombre perfecto para mí."
Juan besando el cuello de Helena, mientras la llevaba a la habitación, al abrir la puerta vio unas cuantas velas, chocolate caliente, y una carpeta en su tocador, recostándola con delicadeza en su cama:
Andrea levantándose sutilmente del sillón, acercándose a aquella pintura: -¿Qué buscas en una mujer, Juan?
Entrando al apartamento de Juan, Andrea veía el buen gusto que él tenía y efectivamente una maravillosa cava, y una pintura que llamó su atención:
- Que belleza ¿Quién lo ha hecho?
Más..
Juan, levantando su ceja izquierda:
- ¡Vaya! Eres la tercera mujer que me hace esa pregunta, la diferencia es que recién te he conocido.
Por cierto mi nombre es Juan y ¿Tú eres?
Andrea, con una sonrisa irónica:
-Mi nombre es Andrea, y así que eres tremenda joyita, que me he topado entonces ¿Eh? Mientras de un sorbo se tomaba el tequila.
Juan, con asombro:
-¿Joyita? ¡Nombre! Solo he sido un hombre con la fortuna suficiente para tener una mala racha en cuestiones, que, tú como mujer entiendes.