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Ámame por lo que puedo ser
En el lienzo del tiempo, mi pasado se desvanece,
Roces de sombras, un ayer que en el viento perece.
Olvida los días que yacen detrás de mi piel,
Ámame por lo que puedo ser, por lo que mi corazón revela.
Guardo en mis silencios, los susurros de mi sentir,
Tú, eres mi refugio, mi secreto por descubrir.
Tú, que ocultas tus emociones tras un velo,
Yo rompo con palabras, un universo en desvelo.
Al mirar tus ojos, perdí la cordura,
Sumergida en tu esencia, en tu dulce locura.
No busques más, en mí hallarás lo que anhelas,
En este abrazo, donde el amor destila destellos.
Rompo barreras con cada verso pronunciado,
Te ofrezco mi alma, mi ser entregado.
Eres la melodía que en mi pecho resuena,
La paz en la tormenta, la luz que se antoja plena.
No busques en sombras, lo que en mi luz encontrarás,
Yo te daré lo que anhelabas, en mis brazos hallarás paz.
Somos dos almas danzando en la misma sinfonía,
Entrelazando destinos, tejidos en la melancolía.
Contigo aprendí que el llanto puede ser alegría,
Lágrimas que pintan arcoíris, en nuestra algarabía.
Cada risa, una sinfonía en este cuento compartido,
Donde el amor crece, en cada suspiro rendido
En este presente, escribimos nuestro destino,
Con la pluma del afecto, con el corazón genuino.
Olvida el pasado, abraza el ahora conmigo,
Que en este instante, nuestro amor es el abrigo.
Ámame por lo que seremos, en esta danza sin final,
Donde el futuro es un lienzo, y el presente es total.
Guarda en tus días, los momentos de felicidad,
Porque contigo aprendí que se puede llorar de alegría.
Corona de alquitrán
En la penumbra de la noche, ella se deslizaba,
Una mujer adictiva, como el vino que embriaga.
Su aura, más intoxicante que el más fuerte licor,
Una reina vestida de alquitrán, un misterio de amor.
Ella entregó su alma por un efímero instante de libertad,
Desafiando los límites, buscando la eternidad.
Con determinación en sus ojos, y un anhelo en su ser,
Rompió las cadenas, buscando lo que debía tener.
Corona de alquitrán adornando su noble frente,
Reina de sombras, en un mundo indiferente.
Caminando entre susurros, con gracia y altivez,
Buscando el anhelado momento de plenitud y tez.
No sabía cómo llorar, esa mujer de hielo y fuego,
Sus emociones ocultas, un enigma en su juego.
Guardiana de pasiones, en su alma encerradas,
Con cada paso, con cada mirada, dejaba huellas marcadas.
Daría todo por la lámpara de los deseos,
Atrapar la esencia pura, y sentirse en proceso.
Sueña con un mundo donde la felicidad sea verdad,
Donde cada suspiro cuente, donde no exista maldad.
Bajo el manto estrellado, ella clama al universo,
Buscando respuestas, en medio del reverso.
La lámpara brilla, en la oscuridad infinita,
Pero ella, atrapada en su destino, en su historia escrita.
Aunque anheló ser eterna, ser más que un eco,
Se convirtió en un recuerdo, en un simple hueco.
La mujer que no pudo llorar, que ansiaba volar,
Se convirtió en un suspiro, en una sombra al azar.
Entre las páginas del tiempo, su historia se desvaneció,
Pero en el corazón de aquellos que la amaron, permaneció.
Una reina con corona de alquitrán, un vicio sin final,
Ella se convirtió en un recuerdo, pero su esencia no tiene final.